La Revolución Industrial fue un periodo de profundos cambios económicos, sociales y culturales que tuvo lugar en el siglo XVIII y principios del XIX. Estos cambios se dieron principalmente en Gran Bretaña, pero su influencia se extendió a otros países europeos y al resto del mundo.
Esta revolución industrial implicó el desarrollo de nuevas tecnologías, la expansión de los mercados, la organización industrial de la producción, el surgimiento de nuevas clases sociales como los obreros urbanos y la creciente especialización laboral. Estos factores generaron una mayor capacidad productiva y una mejora en la calidad de vida para muchas personas.
En España, estos cambios fueron más tardíos que en otros países europeos. No fue hasta finales del siglo XIX cuando comenzaron a producirse las primeras transformaciones industriales en el país. Estas transformaciones supusieron grandes avances en materia de infraestructuras, energía eléctrica, transporte ferroviario y la extensión de los telégrafos.
Además, España también experimentó un crecimiento demográfico significativo durante este periodo, lo que contribuyó a incrementar el número de trabajadores necesarios para producir bienes y servicios a escala industrial. La combinación de estas dos tendencias (tecnológicas y demográficas) resultaron en un proceso de modernización que transformó radicalmente el país durante este periodo histórico.